
Travesía Sagrada del Alma – Rito del Sur
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Una peregrinación viva por los portales sagrados de Suramérica guiada por Sanara Shaira.
Activa tu alma, honra tu linaje y despierta tu propósito.
Cada paso es un rezo, cada sitio una llave.
✨ Desde Ecuador hasta Brasil, esta travesía expandirá tu campo de luz y abrirá memorias olvidadas.
Sigue el viaje, activa tus cartas del oráculo, y deja que tu alma recuerde.
🌞 Remembranza del Primer Rayo – Crónica de una Travesía Sagrada
Por Sanara Shaira · Chidāu · Junio 2025
Comenzamos este viaje con el cuerpo temblando… no de miedo, sino de verdad.
Ecuador nos recibió con fuerza: allí el cuerpo, simplemente, no pudo más. Lo escuché. Yo detuve. Dormi. Respirar. Me rendí ante la primera gran lección del camino: respetar mis tiempos, sin culpa ni exigencia.
El Caballo Blanco y la Llegada del Alma
Un relato sagrado desde el inicio de la Travesía del Sur
A veces el cuerpo llega antes que el alma. A veces, incluso los pasos sagrados necesitan reposo. El 18 de junio de 2025, llegamos a Ecuador. El cuerpo tocó tierra, pero el alma…
ella quedó flotando entre los velos del cansancio, las lágrimas y la despedida.
Estuve dos días enteros acostada, sin moverme. Las lágrimas brotaban sin razón visible,
como si el alma supiera que este viaje marcaría un antes y un después. Como si los antiguos la estuvieran preparando en silencio.
Y en la habitación... un caballo blanco.
Imponente. Vigilante. Galopando en el plano del espíritu, bajo la luna que todo lo recuerda.
Ese caballo era una señal, una guía, un guardián, porque el caballo blanco representa la fuerza que regresa, la soberanía que no se olvida, el alma que se reintegra, y así, poco a poco, el cuerpo se levantó.y el alma volvió a encarnar, hoy seguimos, La Travesía Sagrada del Sur ha comenzado y nada será como antes.
Sanara Shaira
Guardiana del Oráculo Chidāu
🌙🐎✨
Luego vinieron los Andes… y con ellos, el portal de Tiwanaku, allí el frío nos probó con intensidad. La altura pesó en los huesos, pero algo en el alma se aligeró.
Tiwanaku, ciudad sabia, me abrazó con su arquitectura viva, las piedras cantaron silenciosamente bajo el sol del amanece y justo en el instante perfecto, el primer rayo del Inti tocó mi rostro como una caricia de padre. Sofía a mi lado, y mi corazón solo lloraba, . Sentimos. Agradecimos.
Un guardián enviado nos ayudó a que todo fluyara en La Paz. Los Andes, en su vastedad, nos regalaron paisajes de otro mundo. Me fui con gratitud y con las raíces más profundas que nunca.
Luego vino Copacabana y su lago madre. Sus aguas me sacudieron, me limpiaron, me marearon también, me sentí desnuda y humana ante su oleaje, y entonces ocurrió: la Isla del Sol nos recibió como si siempre nos hubiera esperado.
Subimos cuanto pudimos. El cuerpo se rindió a medio camino, y ahí comenzó la magia, os envolvió el bosque, el canto del agua, los árboles sabios. Canté, caminé entre piedras, toqué raíces, sentí que la tierra y el agua me hablaba en un idioma muy antiguo, en la Cascada del Inca, mis aguas internas hicieron eco y en la noche estrellada, de esas que quitan el aliento, sentí mi hogar en el cielo, los luceros estaban tan cerca que era difícil no llorar.
Pero fue al amanecer donde todo se reveló: el sol naciendo sobre el Titicaca fue como un parto de luz. amarillos, naranjas y rojos susurraban secretos antiguos. Nuestros cuerpos congelados agradecían esa calidez solar que no era solo física, sino un recuerdo del alma: soy hija del Sol, y definitivamente, este no es un encuentro casual.
El tercer bloque nos llevó al Recorrido del Inca, hacia Cusco. Llegamos y el cuerpo se volvió a marearse, pero el alma danzaba, el Inti Raymi fue un espectáculo de memorias, las ofrendas, los bailes, los cantos… me transportaron a otras épocas.
En cada gesto ritual reconocí rostros antiguos en cuerpos nuevos.
Después, la Catedral de Cusco nos envolvió en silencio. La energía masculina y femenina nos recorrió los chakras, y sintió cómo parte del pasado simplemente se desprendía.
Luego vinieron los santuarios: Pisac, con sus ruinas majestuosas talladas con precisión sagrada.
Urubamba, el paso hacia lo profundo. Los círculos de Moray, enseñándonos sobre el tiempo y la siembra del alma.
Las salineras de Maras, como espejos cristalinos del espíritu.
Y entonces, la alegría oculta: Ñaupa Iglesia.
Escalamos. Nos faltó el aliento. Pero lo ganamos en visión, sus cavernas, piedras y portales nos recordaron dimensiones más allá de esto. Nos sentimos parte del valle sagrado, vivas, acompañadas, merecedoras.
Ollantaytambo nos cerró el ciclo con fuerza. Las ruinas, los templos, los guardianes del viento nos hablaron de voluntad, de fortaleza, de la belleza del esfuerzo.
No siempre fue fácil, a veces el frío dolía, otras veces el alma lloraba.
El cuerpo pedía pausa. Pero el corazón, el corazón sabía que cada paso era un pacto con la vida, me he cruzado con ángeles humanos en cada tramo: Moisés en La Paz, Don Jorge en Urubamba, y muchos más que sólo querían ayudar, y aunque no he podido publicar cada día, porque el cuerpo ha pedido descanso y silencio, hoy honro cada vivencia y escribe esta memoria como una joya de amor.
Gracias a cada territorio, a cada estrella, a cada guía visible e invisible.
Esto apenas comienza…
✨ Machupicchu: El Altar del Recuerdo del Vivo. Hay lugares que no se recuerdan con los pies, sino con la memoria del alma.
Machupicchu fue uno de esos llamados que no se explican. Un eco antiguo que te habita desde antes del nacimiento. Llegar hasta allí no fue solo subir una montaña sagrada, fue rendirse al diseño perfecto de la vida que siempre te quiso ver volver.
Cuando atravesamos el portal de piedra, los ojos se humedecieron sin saber por qué. Y al llegar al corazón del recinto, comprendimos: estábamos regresando. No era solo un viaje. Era un regreso.
Sobre una roca ceremonial, colocamos con cuidado los elementos: el oráculo Chidāu, cristales guardianes, un báculo, mis cristales, un hilo rojo tejido con memorias, una chacana andina, entregada por el guardián de la montaña. Todo fue dispuesto como una ofrenda: no a un dios externo, sino a la Divinidad interior que aquí decidió despertar.
El silencio se hizo vasto, aunque había personas a nuestro alrededor, el tiempo se detuvo y el aire se volvió denso, luminoso, sagrado. La montaña nos estaba observando.
Entonces abrimos el oráculo. Y fue “La Gracia Divina” quien emergió entre todas las cartas. La presencia de su rostro angelical, la vibración de su mensaje, la dulzura de su llamado:
"Confía, todo se desenvuelve con perfección divina. Abre tu corazón a los milagros".
Era una confirmación. El viaje había sido guiado desde el inicio. Cada paso, cada silencio, cada lágrima. La carta no fue un mensaje: fue una activación. Un sello. Un decreto silencioso desde lo alto.
Nos miramos y supimos que algo se había completado. Una memoria dormida despertó. Una herida antigua fue abrazada. Una promesa de servicio fue renovada.
Machupicchu no nos exigió nada. Solo nos invita a recordar quiénes éramos.y lo hicimos. con amor, con reverencia, con gratitud.
Ahora sabemos que cada montaña puede ser un altar. Que cada paso puede ser un rito. Que cada lágrima puede ser un bautismo.
Y que el alma, cuando regresa a casa, lo reconoce todo sin necesidad de entenderlo.
El día que Machu Picchu me habló. n o sabíamos que don Ángel aparecería. Nadie lo había previsto, y sin embargo, allí estaba, en el lugar justo, con la palabra justa, con el mapa entre sus manos. No vino como guía turística, sino como emisario. Él fue quien —sin conocerme— me entregó el símbolo tangible de que esta travesía no era un viaje más. Su presencia fue una confirmación: el oráculo Chidāu tenía que ser ofrendado allí.
Fue él quien nos mostró los templos sagrados no con prisa, sino con reverencia. Su andar era lento y firme, como si pisara sobre líneas invisibles trazadas por los abuelos. Nos enseñó a mirar con respeto, a permanecer en silencio cuando la piedra pedía quietud, a observar no solo con los ojos, sino con el alma abierta.
Y aunque la gran roca estaba prohibida para tocar, los cristales que llevábamos, el báculo sagrado y el talismán de Chidāu se acercaron sin perturbar. Se cargaron con el soplo de lo antiguo. Hubo un instante en que el tiempo se suspendió. Sentí que algo en mí se rompía suavemente y se liberaba: quizás una antigua promesa, quizás un viejo peso. De mis manos, a esa tierra, le dejé parte de lo que ya no me pertenece. Y desde esa tierra, me llevé una verdad aún mayor.
Me llevé la certeza de que mi camino es real.
Me llevé la bendición de los templos.
Me llevé la mirada de los que me reconocieron.
Y dejé allí las culpas que no eran mías, los miedos que ya no cabían.
Ese día, Machu Picchu me habló y al dejar atrás la montaña, supe que no era un adiós, sino un pacto, un pacto que deberé honrar muy pronto, regresando a ella, regresando allí a recoger y liberar lo que aún queda pendiente.
Lo supe al partir, donde mi ser lloraba y lloraba sin consuelo, y fue en aquel tren de vuelta donde a pesar de no entender porque tanta tristeza, supe finalmente que algo en mi se quedó allí, en aquella montaña, algo pendiente que muy seguramente muy pronto iré a liberar una vez más, a reencontrarme nuevamente con lo que aún la mente consciente no entiende, pero el alma sí.
Si este relato tocó tu alma, te invitamos a compartirlo oa leer tu propia carta oracular mañana…
Un día más de aventura pero más que eso, de conexión profunda. Con el entorno, el paisaje, los silencios, la nieve, el sol, las cascadas. Los paisajes, en fin....Nuestro paso por El Calafate, La Patagonia “El Chaltén: Donde la Montaña Me Llamó por Mi Nombre ”El alma lo supo antes que yo:Algo había esperándome en El Chaltén. Y cuando llegué, el viento me lo confirmó. Las montañas no eran solo formaciones de piedra: eran guardianas. El cielo azul brillaba como una respuesta. El sol me recibió sin preguntas.y yo… me rendí.
No era un destino turístico, era un altar y caminé. con el corazón en la mano,con los ojos de la niña que aún cree, con la emoción de quien vuelve a un lugar que no sabía que añoraba. El Chaltén me habló sin palabras "Has llegado. No para conquistar esta cima, sino para recordar que tú también eres montaña.”
Me reí. me abracé a mi hija, miré cada árbol, cada río, como si fueran espejos, dentro de mí, se activó algo: una llave. Una frecuencia. Un antiguo llamado. “Perito Moreno: El Templo del Silencio Azul” Hoy fui silencio, después del sol y la risa en El Chaltén, Llegué al Glaciar Perito Moreno con el alma abierta, y el hielo me abrazó con su inmensidad me envolvió en ese azul profundo, ese blanco sagrado, ese frío que no congela…sino que despierta.
No sucedió nada “extraordinario” a los ojos del mundo, pero el alma… el alma lo entendió todo. Oré por la paz. Leí una carta al hielo. Le pedí que me dé las llaves del recuerdo Que me diga como protegerlo y el hielo respondió con su forma más poderosa: el silencio.
Un silencio que hablaba, que sellaba. que decía:“Si tú me recuerdas, yo vivo. Si me nombras, yo canto, si tú me honras, yo te guardo para siempre”.
Chaltén fue el llamado, Perito Moreno, la respuesta y yo fui, simplemente…la mujer que escucha, la hija que recuerda, la guardiana que vuelve a casa y si este artículo está resonando contigo, sigue Acompañándome en estas activaciones, en estos lugares no solo energéticos, también mágicos, llenos de historia y umbrales para recordar.
La Patagonia nos habló a través del silencio, y lo vivido no termina aquí, déjanos tus impresiones de qué te ha parecido nuestro viaje, nuestros pasos por este inmenso sur.
Nuestra siguiente parada fue Bariloche, y apenas llegamos, nos recibió el Lago Gutiérrez, un espejo sagrado de agua viva.
Le pedí permiso para contemplarlo, lo saludé como se saluda a un maestro antiguo, y le presenté nuestro oráculo, para que el agua bendiga los mensajes que vienen.
Fuimos a la mágica Cascada de los Duendes,
entre senderos y árboles llenos de alma.
El frío calaba el cuerpo pero no el corazón.
Allí pedí que cada mensaje de Chidāu sea paz encarnada,
amor hablado, sabiduría entregada.
El segundo día, la Catedral de Bariloche nos llevó a lo alto.
El viento soplaba con fuerza en la cima,
pero no nos arrastraba…
Nos sostenía.
Rodeadas de montañas, lagos y árboles nevados, pedí al sol que saliera, y el sol respondió. Alumbró nuestro día y lo volvió sagrado.
Mi hija, emocionada, me dijo:
“Mami, esta montaña es mi elemento”. Congeladas, sí, pero plenas de alegría.
Luego vino Isla Victoria y el Bosque de Arrayanes despampanantes y Mágicos. Los árboles eran gigantes, húmedos, fríos, pero llenos de amor. El lago, resplandeciente, Y allí, celebre mi cumpleaños: entre árboles, senderos, amigas del camino y mi hija.
Cada rincón era una postal viva.
Y como cierre perfecto: el Cerro Campanario, con su frío brutal y su belleza aún más brutal.
Argentina nos regaló una vista que se queda para siempre en la retina del alma.
También visitamos el Cerro Otto, otro altar desde el cielo.
Y así cerramos nuestro capítulo en Bariloche:
bendecidas por la nieve, los lagos, los árboles de Navidad naturales,
y la certeza de haber recibido algo más grande que un viaje:
una activación profunda.
💧 Iguazú: Agua viva, canto de liberación
Nuestra última parada: Iguazú.
Allí, las aguas me esperaban.
Aguas con poder. Aguas con alma. Aguas con voz.
Fui muy temprano, bajo lluvia y cielo nublado no se veía la magnitud del lugar…
pero yo lo sentía.
Caminé, oré, y le pedí al Taita Inti que saliera.
Le pedí al sol que se abría sobre las cataratas.
Y así fue.
El sol salió. Esperaré con fe… y fui recompensada.
Un arcoíris descendió sobre la Garganta del Diablo.
Todos los que estábamos allí lo vimos. Fue un milagro suave.
Canté por las mujeres que han callado.
Oré por aquellas que han tenido miedo.
Pedí que mi voz sea canal para su liberación.
Y ofrendé mis cristales, como puentes de sanación.
El agua me salpicó la ropa,
pero también me salpicó el alma.
Y entendí que no era solo un río lo que caía:
era una bendición.
Una purificación.
✨¡Gracias, Argentina!
Gracias por tanto.
Por tus lagos, por tus montañas, por tu hielo azul, por tus árboles sabios, por tu sol, por tu viento, por tus caminos.
Por abrirme portales de luz y resonancia.
Me voy con el alma expandida, con el corazón lleno de gratitud,
con mi hija feliz y con mi oráculo más vivo que nunca.
Gracias, gracias, gracias.